Aprovechando el Festival Internacional de Teatro que recién concluyó, me fui a ver una obra que hacía algún tiempo estaba «persiguiendo» pero que en mis constantes viajeteos Habana-Matanzas no había podido atrapar. Mi interés radicaba no solo en el hecho de que se tratara de un grupo de teatro de mi adorada ciudad de los puentes natal (vaya, que la solidaridad provinciana presiona también), sino en que ya varias personas me habían comentado lo original, sui géneris y diferente que eran las propuestas de este grupo, en lo cual quizás influye bastante la juventud de su director.
Y es que El Portazo es eso, una propuesta que viene de la mano de un director muy joven, Pedro Franco, que nos recuerda que el teatro, en esencia, un lugar en el que se pueden, más bien SE DEBEN, romper los códigos más formales en lo que a representaciones se refiere. Y lo digo porque hay quien va al teatro esperando ver una especie de película en vivo, y les chocan entonces esos «excesos» imposibles de ver en televisión, los desnudos fuertes, las escenas más alocadas, el lenguaje menos fino y sin edulcoramientos, que pudiera rayar lo vulgar pero que es, por eso, más cercano a la cotidianidad, a la «verdad verdadera» de una sociedad plena de luces y sombras como lo es la nuestra. Bueno…a esas personas les recomendaría que nunca fueran a ver obras que no sean aquellas puestas en escena más tradicionales de los clásicos (y que nunca ¡pero nunca! se atrevan a ver una obra, por ejemplo, de Teatro El Público…ni siquiera cuando afirmen haber montado uno de esos clásicos). Seguir leyendo Un café, un teatro, un cabaret…