Estudiantes universitarios del curso regular diurno que combinan sus actividades educativas con un empleo, muchas veces nocturno…ese es el fenómeno que no resulta demasiado difícil de ver por estos días. Diez años atrás era una cuestión casi impensable. Las condiciones no eran las mismas, claro está. Los jóvenes, hijos de su tiempo, se adaptan a las nuevas realidades del panorama socioeconómico cubano y reorganizan sus horarios, asumen responsabilidades y se enfrentan a retos que, muchas veces, tienen altos costos.
«Nací en Santiago de Cuba. Desde los 9 años practico nado sincronizado y fui captada para la Escuela Nacional de Deportes al comenzar el séptimo grado, de modo que pasé la secundaria y el preuniversitario becada aquí en La Habana. En 12 grado dejé de entrenar para prepararme para las pruebas de ingreso pues, aunque me gusta mucho mi deporte, no veía a la Licenciatura en Cultura Física como la profesión de mis sueños. Me decidí en cambio por Lengua Inglesa y la obtuve.
«No quise regresar a mi provincia, donde está mi mamá. Llevaba ya 6 años en la capital y aquí tenía todas mis amistades. Hice el cambio de dirección y me quedé en casa de un familiar, pero quería independizarme y ganar mi propio dinero, así que me alquilé. Cuando empecé la carrera, como ya estaba adaptada a combinar estudio y deporte, conseguí trabajo en una compañía de ballet acuático». Así nos narra su historia la jovencita Claudia Guerra Lobaina.

Pero no todo salió como esperaba «me chocaban mucho los horarios de trabajo con los estudios. Me acostaba bastante tarde, y al día siguiente tenía que levantarme muy temprano, estaba agotada, vivía sola y tampoco ganaba mucho dinero. Fue una etapa difícil. Seguir leyendo Sin tiempo para dormir