Mi padre, hombre de la época en que le tocó nacer, un «guajiro bruto» como se autodefinía en ocasiones, solía decirme que los tatuajes eran cosa «de presidiarios y prostitutas». Yo asentía en silencio, por no llevarle la contraria, pero por dentro acariciaba la idea de tener sobre mi dermis algún diseño con el cual me identificara. Y es que, desde mi perspectiva, aquello es más bien una cuestión de gustos estéticos. Si nunca pude elegir portar en la frente o las rodillas las cicatrices de aquellas caídas de la infancia, ¿por qué no podía decidir llevar una huella que me resultase atractiva? ¿Qué diferenciaba tal decisión de aquella que tomaron mis padres cuando, apenas recién nacida, me perforaron los lóbulos de las orejas y me colgaron los aretes de oro?
Al final, me hice el tatuaje. Un delfín me acompaña desde hace ya más de una década y jamás me he arrepentido de tal decisión. Claro, yo no he sido la única atrevida: en la actualidad pululan por las calles cientos de jóvenes que, como yo, violaron el altar de su piel y enfrentaron los prejuicios y tabúes de una sociedad que, poco a poco, ha ido asimilando los tatuajes y borrando el velo de marginalidad con que signó a sus portadores.
Conversé entonces con Nelson Jaime Santana, investigador del Instituto de Investigaciones Socioculturales Juan Marinello, quien compartió algunas valoraciones sobre el asunto.

─ ¿Podemos hablar de tatuaje e identidad cultural? ¿Existe un «tatuaje cubano»?
─ En primer lugar debemos identificar la categoría de identidad cultural, la cual lleva implícita la agrupación pues, para que exista una identidad colectiva, tienen que existir grupos de personas que se identifiquen con algo, unidos por una conciencia colectiva.
«Por otro lado tenemos al tatuaje, como parte de una identidad cultural que lleva implícita dicha conciencia colectiva, en este caso de personas que realizan tatuajes, aquellos que los portan e incluso podemos hablar de grupos específicos de tatuajes como los que representan la figura del Che, la Virgen de la Caridad del Cobre u otro aspecto de la simbología nacional. Ahí se están agrupando en dependencia de gustos, sentimientos, códigos representativos para esas personas.
«Por el momento no se habla de un tatuaje cubano, algo que merecería un análisis bien profundo. En el mundo, las tribus hindúes o los chinos tienen sus tatuajes pero ¿cuál es el que caracteriza al cubano? ¿El hecho de que alguien se tatúe nuestra bandera, a la Virgen de la Caridad, al Che o Fidel significa que ese tatuaje es cubano? No me atrevo a categorizarlo así. Además hay que tener bien clara la diferencia entre el tatuaje hecho en Cuba y el tatuaje cubano».
─ ¿Es el tatuaje un arte?
─ Desde mi percepción, sí. La piel se convierte en un lienzo donde el tatuador sella su dibujo, símbolo o imagen. Es creación, más allá de que las personas lleven su diseño preconcebido o lo elijan de un catálogo. Si difícil es pintar en un lienzo o papel, más lo debe ser sobre la piel humana por lo cual respeto mucho a quienes se atreven a manipularla. Ellos no pueden borrar sus errores, uno de los riesgos de su arte».
─ ¿Tatuarse está hoy de moda?
─ En el caso cubano parece que sí, sobre todo entre los jóvenes. Es tanto su poder manipulador y sensorial que llega a transformar la conciencia de las personas y a acelerar incluso aquellos deseos que estaban reprimidos. Algunos jóvenes, más allá de lo que pueda significar el tatuaje para ellos, lo hacen también para demostrar hombría, valor, superioridad, fortaleza respecto a su grupo de amigos o familia.
«El tatuaje ha desvalorizado y se ha convertido además en mercancía, pues muchas personas van a tatuarse sin saber lo que significa el diseño elegido. Se ven casos de adolescentes que aún no han terminado de desarrollar su personalidad y van con un tatuador. La pregunta sería ¿para qué? ¿para pertenecer a qué?…»
─ ¿Se sigue considerando como un fenómeno exclusivamente marginal?
─ En sus inicios sí lo era porque se hacía en las cárceles. Era muchas veces la manera de los reclusos de marcar el territorio, se tatuaban los nombres de las esposas, figuras sexuales femeninas, cartas, o símbolos que les recordaran algo añorado o que no podían tener en prisión.
«Actualmente, fenómeno de la moda al fin, ya no se ve marginal y cualquiera en la calle tiene uno sin importar raza o sexo. Claro que el confeccionado en la cárcel es diferente, pues carece del acabado que se aprecia en los profesionales de hoy. Por eso decía antes que se ha convertido en un producto del mercado: cada vez se desarrollan más las técnicas para tatuar, y encontramos diferentes tintas de tatuaje y dispositivos para su realización. En el mundo resultan comunes los talleres profesionales donde acudir cuando se desea uno.
«En otros países, la clase alta y media por lo general los lleva en zonas discretas: se tatúan las piernas, la zona pélvica y otras partes del cuerpo que permanecen casi siempre cubiertas. De este modo queda como algo que se comparte con la pareja solamente, en la intimidad. Sin embargo se ve en la clase baja aquellos más grandes, que cubren piernas o brazos.
«Podemos verlo así mismo en el contexto cubano. En diferentes barrios de la capital, marcados o estigmatizados como El Cerro o Pogolotti, encontramos a más personas que llevan tatuajes enormes. De modo que el símbolo puede de algún modo representar la pertenencia a un determinado estrato social, aunque no se trata de una cuestión generalizante.
«Existen aún remanentes de antiguos prejuicios, pues no pocas personas individualmente siguen marginando a quienes se tatúan. Por ejemplo: se duda de la preparación de profesionales que los llevan, y son criticados. En otras culturas se asume como algo meramente estético, pero en Cuba se trata de una manera de pensar difícil de eliminar, que forma parte de la cultura en que hemos crecido. Pero vamos avanzando en ese sentido».
Hola Rous…pensé que te prohibieron el acceso a la red…que buenos que estas de vuelta!!!….A propósito,escribiras algo sobre la candela Venezolana?….
Saludos…
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No, Kris, nada de prohibiciones, mucho trabajo, eso sí. Sobre la candela venezolana algo escribí, referente a la manipulación de imágenes fotográficas en los medios…
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Ok…
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Por curiosidad. ?Donde tienes ese delfin? Si lo tienes ubicado en
una pierna, la zona pélvica u otra partes del cuerpo que permanecen casi siempre cubiertas, te pido encarecidamente que me lo muestres.
No no Ja Ja. Es solo un chiste.
A mi, chapado a la Antigua.no me gustan los tatuajes, Encuentro desagradable cuando la gente se pasa y se llenan de ellos, pero me parece bien que se tenga uno pequenno,
Especialmente atractivo y sensual considero un pequenno tatuaje fenenino en la region del coxis, que las jovenes exhiben con remeras cortas o jeans bajos.
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Hay frases tatuadas – en las prisiones- muy ocurrentes:
Mis amigos son los muertos.
El silencio es salud para el cuerpo
y honra para la causa.
«Por si preguntan, me dicen el …… (y aqui ponen el apodo que llevan)
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El «el inagotable», se dice chapado a la antigua, no le gustan los tatuajes, aunque, a modo de «chiste», ¡hummm!, ¿será así?, le pide a Rouslyn que le muestre el delfín, ¡siempre y cuando lo tenga tatuado en una pierna o en la zona pélvica! Ah, pero(sutil contradicción), sí que le gustan los tatuajes, los mínimos, «atractivos y sensuales», no cualquiera, estampados en el coxis de las ¡mujeres jóvenes!(no sea que para observar algo así, tenga que verle el culo a una vieja), de aquellas mujeres que los exhiban acortando sus remeras o bajando sus jeans. Él, no pretende hacer el esfuerzo de conocer a una mujer joven, dialogar, intimar y a partir de esa intimidad sorprenderse al encontrar, en cada una de las partes de su cuerpo que ella cubra, un tatuaje mínimo, «atractivo y sensual. No le importan las mujeres jóvenes(las mujeres diría yo), sino que lo que le interesa es el tatuaje exhibido en las, ut supra, mencionadas condiciones, es decir: el «el inagotable» es un fetichista hecho y derecho, un perversito que busca excitarse con el delfínes, u otros peces, tatuados en cuerpos de jóvenes cubanas o de cualquiera otra nacionalidad.
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