Ya Cuba tiene embajada en Washington


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Será que soy una gran sentimental, pero esta mañana mientras escuchaba las notas del Himno Nacional entonado por los representantes cubanos en Washington durante la ceremonia de izado de mi hermosa bandera en la embajada cubana en Estados Unidos, no pude evitar lágrimas de emoción…y es que estoy consciente de que acabo de vivir (aunque sea a través de la pantalla de un TV sintonizado con TeleSur) un momento sumamente histórico. Esta es una victoria de Fidel, de Raúl… Esta es una victoria cubana, una victoria ganada con la resistencia heroica de mi pueblo con la conducción de sus líderes.

Consumo de riesgo: ¿la botella o la vida?


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Dos o tres veces por semana, invariablemente, el hombre llega hasta el separador de la calzada y coloca un ramo de flores en el lugar donde falleció su hijo. Han transcurrido varios años, pero su dolor no mengua. Lleva mucho tiempo imaginando lo diferente que sería todo hoy si el muchacho hubiera escuchado los consejos de los amigos que le advirtieron que no se encontraba en condiciones para conducir la moto esa fatal madrugada.

¿Será acaso que ignoró alguna señal de alarma en el comportamiento de su hijo?, se pregunta con frecuencia, para luego convencerse de que no. Y es que su hijo no era un alcohólico, simplemente esa noche bebió más de la cuenta.

Situaciones dolorosas como esta se encuentran desperdigadas a nuestro alrededor, formando parte de la cotidianidad y quizá las hemos escuchado o vivido de cerca. Tal vez alguna vez conocimos a un adolescente que perdió a su padre en un accidente tras conducir en estado de embriaguez, o a un muchacho que quedó parapléjico en circunstancias similares. Fatales o no, todas esas historias tienen algo en común: el consumo de alcohol. Seguir leyendo Consumo de riesgo: ¿la botella o la vida?

Lo que vives cuando te mudas para La Habana


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Confieso que a la capital acudí casi contra mi voluntad, y solo porque la carrera universitaria que elegí se estudiaba solo allí por aquella época. Y así, con apenas dieciocho años, me encontré de pronto arrancada de mi ciudad de espumas y silencios, y arrojada en medio de una urbe que se me antojaba demasiado grande, bulliciosa, compleja y sobrepoblada. Sin amigos ni familiares a quienes acudir en caso de urgencia, me sentía más sola y sin sentido que un comején viviendo en un trozo de acero.

Nunca me encandiló La Habana del modo en que a tantos otros. Sí, es una ciudad hermosa incluso con sus edificios al borde del colapso definitivo, con su malecón jamás desierto, con sus excesos, sus carencias, su incapacidad para dormirse ni siquiera en las más frías madrugadas. Y descubrí que de algún modo la quiero, aunque estoy consciente de que jamás será mía del mismo modo en que tampoco yo podré entregármele en cuerpo y alma.

También descubrí, con pesar, que por alguna extraña e inexplicable deformación La Habana actúa como una especie de agujero negro que atrae todo hacia sí para no permitirle escapar. De manera que se ha convertido no solo en la capital política del país, sino también en la cultural, económica, social y deportiva de la Isla. No en balde los flujos migratorios internos la colocan como meta principal.

Aunque resistí la tentación por algunos años, también yo terminé por “emigrar” a la mítica Habana por motivos profesionales, como tantos otros antes de mi. Y ahora se libra en mi pecho la batalla común a todo emigrante por conservar sus raíces e identidad, a la vez que intenta adaptarse al nuevo entorno.

Y ¿qué significa llevar colgado al cuello el cartelito de “provinciano” en la capital de todos los cubanos?

Pues, para empezar, quiere decir que tendrás que disfrutar o sufrir en la más absoluta soledad las derrotas de tu equipo de béisbol, sin importar que los demás se burlen de ti. Jamás te atreverías a cambiar el color de tu camiseta, sería como traicionarte a ti mismo y, de todos modos, a estas alturas de la vida no lograrías sentirte identificado con la selección azul.

Te molestará el hecho de necesitar más de una hora para moverte de un lugar a otro de la ciudad…cosa que en tu pueblo no requería más de 15 minutos.

Significa, además, que en lo adelante habrá un huequito del corazón habitado por la nostalgia hacia el terruño natal. Y que buscarás ansiosamente esos lugares familiares cuando en la televisión transmitan un reportaje sobre tu localidad. Cuando den el parte meteorológico en el noticiero, no solo te fijarás en el clima de tu ciudad actual, sino que querrás también estar al tanto de si por fin lloverá en la que siempre llamarás “tu casa”. Y quizás hasta a veces te confundas diciendo “aquí” en lugar de “allá”, olvidando que estás acá y no allí. ¿Se entiende?

No habrá manera de convencerte de que vienes del campo, no importa cuanto insistan los capitalinos en repetirte en tono de burla y superioridad que “La ciudad es La Habana y el resto área verde”. No lograrás tampoco convencerlos de que la tuya también es una urbe, sin importar su tamaño o cantidad de habitantes.

Te dolerá hasta el infinito no poder sintonizar la emisora radial provincial  que acompañó tu infancia, y la ausencia en los estanquillos del periódico que comprabas una vez por semana.

Saltarás de alegría cuando encuentres a un coterráneo por la calle, no importa si nunca antes le habías dirigido la palabra, bastará con que su rostro te sitúe en un contexto familiar para querer sentarte a conversar un rato y ponerte al día con los noticias locales, esas a las que obviamente ya no tienes acceso porque no resultan cuestiones de interés para la política informativa nacional.

Cometerás de vez en cuando alguna “guajirada” como por ejemplo, perderte cuando intentas llegar a la Terminal de Ómnibus porque te distrajiste mirando vidrieras por la calle Monte, en lugar de tomar por Reina, como era tu intención…y te asustarás cuando, de improviso, te encuentres en Cuatro Caminos sin tener ni idea de por qué no llegaste a Carlos III como pretendías.

Te negarás firmemente a tomarte una foto frente al Capitolio, porque quieres evitar los clichés; en cambio buscarás cualquier pretexto para sentarte algunas noches en el malecón, al que un bromista llamó el banco más largo del mundo, solo para disfrutar sentirte como uno más de los habituales.

Si vives en La Habana Vieja, escuchar el cañonazo de las 9 será, por mucho tiempo, algo que no dejará de impresionarte, y cuando sientas el ¡Boom! mirarás el reloj para comprobar si está en hora.

Si te preguntan una dirección al caminar por la calle, harás todo lo posible por responder satisfactoriamente, porque no querrás que “te desenmascaren”.

Querrás, inútilmente, conocer la capital como la palma de tu mano, igual que a tu ciudad anterior. Solo que esta será una tarea colosal, y quizás termines por conformarte con saber llegar de la casa al trabajo y a algunos puntos de interés bien definidos. Irás luego, por necesidades emergentes, ampliando tu radio de acción, y poco a poco te aprenderás las rutas de los ómnibus que más empleas…pero nunca podrás saberlo todo de esta ciudad, y no deberás sentirte frustrado por ello, pues hay un secreto que eventualmente descubrirás: los que nacieron en ella atraviesan en la misma situación.

¿La licencia de maternidad estimula la natalidad?


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«La población de Cuba envejece», es una frase que hemos escuchado decir en numerosas ocasiones en los últimos tiempos. Las instituciones y el gobierno se preocupan por la disminución de la natalidad que, aparejado a la elevación de la esperanza de vida, conllevan a la paulatina inversión de la pirámide demográfica con sus previsibles consecuencias en el plano social y económico del país.

La disminución de la natalidad en Cuba es un fenómeno multicausal, aunque las encuestas coinciden en señalar las motivaciones económicas como la segunda razón alegada para retrasar el momento de tener hijos o disminuir el número de descendientes planificados por la pareja.

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Mucho se habla entonces sobre la necesidad de estimular la natalidad, esta vez desde la arista económica, pues la realidad está demostrando que ya no bastan las notables garantías que ofrece el Estado en materia de educación y salud gratuitas, con un Programa de Atención Materno-Infantil que resulta envidiable en cualquier país del mundo. Se necesitan, además, facilidades de acceso a productos de primera necesidad infantil como ropa, calzado y alimento o, en su defecto, mejoras salariales que permitan asumir los altos costos de los mismos. Seguir leyendo ¿La licencia de maternidad estimula la natalidad?

Una pelea cubana contra los revendedores


ecec473aa0_122E72C0-9CB1-4168-8220-A811A1E938EC-w640-r1-sCuando ETECSA promocionó la última oferta de líneas para telefonía celular (esa que comúnmente se conoce como “30 por 30”) me decidí finalmente a comprar una y me fui hasta la oficina más cercana a mi casa. Pero allí había una cola de esas que parece una hidra de mil cabezas, que con tantas ramificaciones no se sabe dónde comienza o acaba.

Me acerqué a preguntar y resulta que había quien llevaba dos días durmiendo ahí y rectificando un famoso listado de 200 personas en el que no habían llamado a más de 50. Aquello era una misión imposible, así que me largué al FOCSA porque me habían dicho que allá el asunto estaba mejor.

En esa sucursal del Vedado (al parecer la única donde no hizo falta la presencia de policías y vendieron al menos 500 líneas diarias) encontré personas de todas las zonas de la capital, cada una con su propia historia de horror sobre las oficinas de sus respectivos municipios. Seguir leyendo Una pelea cubana contra los revendedores

Sin tiempo para dormir


Estudiantes universitarios del curso regular diurno que combinan sus actividades educativas con un empleo, muchas veces nocturno…ese es el fenómeno que no resulta demasiado difícil de ver por estos días. Diez años atrás era una cuestión casi impensable. Las condiciones no eran las mismas, claro está. Los jóvenes, hijos de su tiempo, se adaptan a las nuevas realidades del panorama socioeconómico cubano y reorganizan sus horarios, asumen responsabilidades y se enfrentan a retos que, muchas veces, tienen altos costos.

«Nací en Santiago de Cuba. Desde los 9 años practico nado sincronizado y fui captada para la Escuela Nacional de Deportes al comenzar el séptimo grado, de modo que pasé la secundaria y el preuniversitario becada aquí en La Habana. En 12 grado dejé de entrenar para prepararme para las pruebas de ingreso pues, aunque me gusta mucho mi deporte, no veía a la Licenciatura en Cultura Física como la profesión de mis sueños. Me decidí en cambio por Lengua Inglesa y la obtuve.

«No quise regresar a mi provincia, donde está mi mamá. Llevaba ya 6 años en la capital y aquí tenía todas mis amistades. Hice el cambio de dirección y me quedé en casa de un familiar, pero quería independizarme y ganar mi propio dinero, así que me alquilé. Cuando empecé la carrera, como ya estaba adaptada a combinar estudio y deporte, conseguí trabajo en una compañía de ballet acuático».  Así nos narra su historia la jovencita Claudia Guerra Lobaina.

: «No me sacrifico tanto trabajando para salir a pasear, porque no tengo tiempo para eso», afirma Claudia Guerra, estudiante de Psicología. /Foto: Rouslyn Navia
«No me sacrifico tanto trabajando para salir a pasear, porque no tengo tiempo para eso», afirma Claudia Guerra, estudiante de Psicología. /Foto: Rouslyn Navia

Pero no todo salió como esperaba «me chocaban mucho los horarios de trabajo con los estudios. Me acostaba bastante tarde, y al día siguiente tenía que levantarme muy temprano, estaba agotada, vivía sola y tampoco ganaba mucho dinero. Fue una etapa difícil. Seguir leyendo Sin tiempo para dormir