28 de enero: Homagno generoso…

La gripe no me ha sido impedimento para disfrutar esta mañana del Festival Martiano que nos regalaron los niños del Círculo Infantil Estrellitas Rojas, a donde asiste mi pequeño Alejandrito.

Con la sencillez propia de la infancia, los pequeños recitaron y cantaron poemas, desarrollaron puestas en escena de obras martianas y a mi se me salieron las lágrimas, como siempre que veo a los niños haciendo cosas tan lindas cuando apenas ni levantan dos palmos del suelo.

Y cuando finalizó la actividad, me fui al trabajo pensando en lo grande que es un país que no deja morir a sus héroes, que cultiva el amor y el respeto hacia ellos desde la más tierna infancia, que mantiene vivos sus ideales y (como diría la popular agrupación Buena Fe)  «las tatúa en el alma» para que vayan siempre con uno, a donde quiera que nos lleve la vida.

Martí es el más grande de todos los nacidos en esta Isla, el más cubano de todos, el que nació para todos los tiempos. Vivió para amar a su Patria y por ella entregó su vida, transformándose así en faro para las generaciones futuras.

Leer a Martí no solo es un placer por su fino estilo, su lenguaje melodioso y pleno de matices; sino que deviene escuela para todos aquellos que aspiran a apropiarse de su honda, que era la de David, según afirmó, para pelear contra el gigante más poderoso, al que describió como un monstruo al que le conocía bien las entrañas por haber vivido en él.

Martí padre, periodista, poeta, diplomático, emigrado, hombre de pensamiento y de acción, de mente más poderosa que la bala que lo mató porque ella se perdió en el olvido, pero sus ideas y su pensamiento permanecen intactos, con la misma vigencia que cien años atrás.

Martí, el hombre que me enseñó a querer y respetar sin distinciones de razas y que me mostró que «toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz.»

Martí, quien alertara (casi escribo «profetizara») en su ensayo Nuestra América «Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada.»

Martí el más preclaro, el de «la obra delante, y el amor adentro».

Martí, el que reclamó para si la autoría de aquella carta (escrita por él y su amigo Fermín Valdés) a su condiscípulo traidor a la Patria, aquella carta inspirada por la dignidad que lo llevó a prisión y luego el destierro…la recuerdan?: «¿Has soñado tú alguna vez con la gloria de los apóstatas? ¿Sabes tú cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía? Esperamos que un discípulo del Sr. Rafael María de Mendive no ha de dejar sin contestación esta carta.»

Martí el delegado del Partido Revolucionario Cubano, el autor intelectual del Moncada, el fundador del periódico Patria, el hombre de «Vale más un minuto de pie que una vida de rodillas.»

Martí el que creía por sobre todas las cosas en el amor puesto que «La única fuerza y la única verdad que hay en esta vida es el amor. El patriotismo no es más que amor, la amistad no es más que amor.»

Martí, precursor de la Batalla de Ideas al afirmar que «Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.».

Martí el que auguró la Revolución «con todos y para el bien del todos» al asegurar que «Es preferible el bien de muchos a la opulencia de pocos.» y para ello trazó el camino a seguir: «Los hombres políticos de estos tiempos han de tener dos épocas: la una, de derrumbe valeroso de la innecesario; la otra, de elaboración paciente de la sociedad futura con los residuos del derrumbe.»

Martí, el hombre al cual se puede acudir siempre en busca de consejo y guía, en busca de la frase perfecta, de la palabra justa.

Martí, Martí, Martí…siempre Martí.

Acá les dejo uno de mis poemas preferidos del Apóstol:

Yugo y estrella

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo: 
Flor de mi seno, Homagno generoso 
De mí y de la Creación suma y reflejo, 
Pez que en ave y corcel y hombre se torna, 
Mira estas dos, que con dolor te brindo, 
Insignias de la vida: ve y escoge. 
Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza: 
Hace de manso buey, y como presta 
Servicio a los señores, duerme en paja 
Caliente, y tiene rica y ancha avena. 
Ésta, oh misterio que de mí naciste 
Cual la cumbre nació de la montaña 
Ésta, que alumbra y mata, es una estrella: 
Como que riega luz, los pecadores 
Huyen de quien la lleva, y en la vida, 
Cual un monstruo de crímenes cargado, 
Todo el que lleva luz se queda solo. 
Pero el hombre que al buey sin pena imita, 
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto 
La escala universal de nuevo empieza. 
El que la estrella sin temor se ciñe, 
¡Como que crea, crece! 
Cuando al mundo 
De su copa el licor vació ya el vivo: 
Cuando, para manjar de la sangrienta 
Fiesta humana, sacó contento y grave 
Su propio corazón: cuando a los vientos 
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,? 
La estrella como un manto, en luz lo envuelve, 
Se enciende, como a fiesta, el aire claro, 
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo, 
¡Se oye que un paso más sube en la sombra! 

Dame el yugo, oh mi madre, de manera 
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente 
Mejor la estrella que ilumina y mata.