Gerardo, las fiestas del sábado y lo que nunca vio


006g

«Nací en 1965, y cuando se fueron los 70 era casi un niño todavía. Arroyo Naranjo fue “mi mundo” hasta que estuve bastante crecidito.

 «Recuerdo que todos los sábados había fiestas en casa de alguien. Creo que hoy les llaman descargas. Durante la semana, ya todos los muchachos andábamos averiguando: “¿Dónde hay fiesta el sábado?”, y nos pasábamos la información: “en calle 1ra del Rosario”,  «en Penichet, en el Capri». Y el sábado por la noche el grupo de amigos arrancaba para allá. Donde se escuchara la música, ahí era; y entrábamos muchas veces sin siquiera saber quién vivía allí. Si te ponías de suerte, se te pegaba un vasito de «ponche» preparado con alcohol y frutas, pero muchas de aquellas fiestas eran secas, porque si había bebida, era para los conocidos.

«Unos se pasaban la noche bailando y otros haciendo bulto, pero casi siempre tratando de «cuadrar» con alguna muchachita. Los más afortunados lograban una cita para ir el siguiente día a la playa, al cine, a Coppelia… Aunque casi todos mis domingos comenzaban con un: «Gera, te llama tu papá». Porque el viejo, que no podía estar sin hacer nada, madrugaba los fines de semana y bien temprano ya estaba chapeando el jardín, guataqueando el patio, pintando, lijando, mecaniqueando… Yo creo que cuando no había nada roto, él lo rompía, para tener algo que arreglar.

 «Yo me la pasaba protestando, porque muchas veces los sábados me acostaba tarde por las fiestas, y ya a las siete de la mañana del domingo mi papá me estaba mandando a levantar. Pero después, de adulto, me di cuenta de que él lo hacía con toda intención, y se lo agradezco, porque, aunque no salí tan diestro como él para las labores manuales, sé manejar las herramientas básicas para hacer trabajos de mantenimiento, chapeo, mecaniqueo, mezclo concreto y soy «chofer A» de carretillas, todo gracias a aquellas jornadas dominicales de trabajo (in)voluntario».

Seguir leyendo Gerardo, las fiestas del sábado y lo que nunca vio