Fidel: 87 años de luz y decoro


Sintetizar la admiración, el amor callado y el respeto profundo que su personalidad despierta, convierte en compleja tarea la osadía de escribirle unas líneas de felicitación. ¿Cómo desprender al humilde hombre que cumple 87 años, de la grandeza de su leyenda atemporal?

Quisiera poder congratular al hijo de Ángel y Lina, pensando en el niño que fue en su Birán natal, o al joven estudiante de Derecho que con su verbo inflamaba el espíritu de su generación, hasta aunar brazos y corazones por la causa justa de la libertad.

Dedicaría unas líneas al atrevido muchacho que se lanzó al Moncada, dispuesto a vencer, o morir intentándolo. Al valiente que soportó cárcel y destierro sin abandonar sus sueños, el mismo que después atravesó el mar en el Granma para internarse en la Sierra Maestra, lejos de comodidades, porque no pensaba en su bienestar sino en lograr el de su pueblo.

Fue casi como su cumpleaños aquel glorioso día de enero en que vio cumplidos los sueños del Maestro, que había hecho suyos a fuerza de admirarlo y estudiarlo. Y entró cubierto de gloria en las ciudades de Cuba, que lo amó mil veces por hacerla levantar de aquella posición indigna, debajo de la bota imperialista, a la que había sido forzada por sus hijos deshonestos.

Pero el Apóstol en su grandeza ya lo había advertido: «¡Si hay hombres sin decoro, hay hombres que llevan en sí el decoro de muchos hombres!»

Y Fidel tiene en si el decoro del mundo, y va con él como iluminando el camino a los pueblos de América y el resto del globo a través de su conocimiento, su profundísima capacidad de análisis y su infinito amor por la dignidad y la soberanía.