Trabajo de vértigo


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El grupo matancero durante sus labores en el museo Emilio Bacardí, de Santiago de Cuba. Foto: Cortesía de los entrevistados

El miedo ¿nace con nosotros o surge durante el transcurso de la vida? ¿Por qué unos tienen miedo a unas cosas y otros no? Interesantes preguntas que quizá alguna vez te has hecho al enfrentar tus fobias. En mi caso, por ejemplo, tengo pavor a las cucarachas (no es asco, ni repulsión, lo mío es un miedo terrible) y también me dan pánico las alturas, al punto de que me resulta casi imposible subir a la azotea de un edificio mayor de tres pisos si esta no cuenta con barandas o muros en los bordes.

Por eso, me resulta tan enigmático cuando encuentro a personas capaces, no solo de arriesgarse a colocarse al borde de un abismo, sino que, además, se atreven a mantenerse allí durante horas. Tal es el caso de Álvaro Castillo y Yariel Lovio, dos matanceros que no solo aman vivir al límite, sino que además se sustentan con eso.

A Álvaro lo conozco desde hace varios años, pues es primo del padre de mi hijo, además de que vivimos bastante cerca. Tiempo atrás me había hablado sobre su hobby de hacer rapel, puenting y alpinismo y, curiosa periodista al fin, siempre me quedó rondando en la cabeza la idea de escribir algún día sobre el asunto.  Así que recientemente me decidí, y coordiné un encuentro con él y otro de sus colegas de «aventuras» para dialogar respecto a su hobby devenido en trabajo.

«El grupo Vértigo tiene ya cerca de cuatro años de creado. Heredero de Soluciones Verticales, una empresa mixta cubano-española que se fundó en Matanzas, tras su disolución varios de sus integrantes creamos versiones criollas como esta. En la nuestra quedaron dos de los fundadores iniciales», me cuenta Álvaro, quien a sus 45 años todavía pasa por un muchachón por su carácter y actitud hiperactiva ante la vida.

«Trabajamos en todo lo relacionado con alturas, en labores complejas debido a lo difícil del acceso para las personas. Sin embargo, nosotros lo podemos hacer porque estamos acostumbrados y tenemos la habilidad para ello. Usamos técnicas de alpinismo; nada de andamios ni escaleras, solo cuerdas.

«Esto, económicamente, resulta más barato para los clientes, que se ahorran los costos de los andamios, su montaje y transportación. También porque hay lugares  en los que es imposible el empleo de esa vía. No puedes armar un andamio en un “treceplantas”, tampoco puedes poner escaleras porque es  muy alto. Otras veces la zona en la que se trabaja resulta demasiado angosta o se imposibilita colocar herramientas porque debajo, simplemente, tienes una vivienda con techo de tejas. A nosotros se nos hace fácil el trabajo en ese tipo de lugares».

Licencia para «andar colgados»

«Somos un grupo de 15 cuentapropistas y nos reunimos para integrar Vértigo. Todos tenemos licencia para ejercer el trabajo por cuenta propia. Algunos tienen licencia de pintor de inmuebles, otros de albañilería, cristalería, techero. Y es que para poder pintar tienes que preparar la pared, así que hay que saber de todo un poco. Por eso tenemos un grupo multifacético, no se trata de pintar nada más porque si la pared se encuentra en mal estado tienes que repararla. Así, en dependencia del trabajo, es el contrato.

«Vértigo ha sido ejecutor de labores como el mantenimiento de la torre Manaca Iznaga, en el Valle de los Ingenios de Trinidad, y la fachada del Museo Bacardí, en Santiago de Cuba. De igual modo, los hoteles Tritón y Cohíba, en la capital cubana, han recibido nuestros servicios.

«El peligro que corremos tiene sus beneficios, pues el pago es bueno. Claro, hay que pagar los impuestos y todos los gastos  de transportación, hospedaje y alimentación van por nuestra cuenta, pero tras descontar la inversión inicial siempre queda la ganancia. Puede que en 15 días yo gane lo que otras personas en cinco meses de trabajo. Pero bueno, nosotros arriesgamos la vida, así que eso tiene que valer ¿no?»


Yariel (izquierda) y Álvaro Foto: Rouslyn Navia Jordán

Negocio y placer de la mano

«Todo empezó como un hobby para mí», asegura Álvaro. «Esto lo ejerzo desde el año 1991 así que ya tengo experiencia. Empecé practicando espeleología, metiéndome en cuevas, subiendo montañas y lomas mediante el alpinismo. Fui bombero y pertenezco al grupo de operaciones de socorro de la provincia de Matanzas, así que tengo que dominar la especialidad. Tengo la suerte de que pude unir placer y trabajo.

«Claro, en este momento no tenemos la posibilidad de usar nuestro equipamiento para practicarlo como hobby porque es muy costoso y mientras más uso le demos, menos vida útil tiene. Esas cuerdas dinámicas, estáticas y semiestaticas, los arneses de trabajo, así como el equipamiento de bajada,  los mosquetones y las placas, hay que cuidarlos, más si tenemos en cuenta que en Cuba no los venden y los que tenemos los heredamos de aquella empresa mixta que desapareció».

Seguros pero no confiados

Yariel Lovio Guerra tiene apenas 23 años y ha pasado buena parte del último almanaque  «colgando» de las alturas.

«Llegué a Vértigo a través de Álvaro. Como somos vecinos, lo vi un día trabajando y me embullé. Al inicio como hobby él me enseñó, luego fuimos practicando la técnica hasta que me propuso trabajar con él.

Yariel durante el trabajo Foto: Cortesía de los entrevistados

«Vivo con mis abuelos y no deja de preocuparles, pero siempre me han dicho que si es lo que me gusta, que lo siga haciendo. Además, mi papá también integra el grupo, de modo que ellos se sienten más tranquilos porque saben que estoy bien cuidado.

«Peligros hay muchos, pero me han enseñado a confiar en la técnica y en los equipos que estoy empleando. De igual modo, es una regla comunicar cualquier indisposición que pueda sentirse durante el trabajo. Todas esas medidas preventivas hay que tenerlas en cuenta porque nunca te vas a enfrentar a una altura pequeña, siempre estás a alturas considerables de  diez metros en adelante, hasta incluso 70 metros. Un error puede ser costoso y grave. En Vértigo jamás hemos tenido accidentes, gracias a que tomamos todas las medidas de seguridad para evitarlo.

«Siempre se pasa susto, desde la primera vez que sales es muy impresionante. Como quiera que se mire el hombre es un animal terrestre, no estamos acostumbrados a estar en alturas, y la primera impresión de saltar al vacío resulta impactante. Pero después se sofocan todos los miedos y es una sensación muy bonita ».

¿Requerimientos especiales?

«No se solicita de mucho para ejecutar este tipo de técnicas», aclara Álvaro. «Lo esencial es estar en forma, ni muy grueso ni demasiado delgado;  que no se tenga ningún tipo de impedimento físico. No se necesita el uso de la fuerza, puesto que todo reside en la técnica.

«En cambio, sí es vital no tener miedo a la altura y poseer un perfecto estado de la psiquis porque la labor consiste en pasar muchas horas, a veces hasta diez, suspendido de una cuerda. No todo el mundo tiene la capacidad de trabajar en el vacío, incluso aunque no padezca de vértigo. Por eso le dije desde el inicio a Yariel que si lo veía titubear se iba, porque si titubeas cometes un error, y un error es un accidente en potencia.

«Siempre hay complicaciones. Este trabajo es difícil, pero todo el mundo piensa que con la ausencia del miedo se resuelve todo. Sin embargo, aquí hay que estar pendiente al trabajo, al compañero que tienes al lado —siempre se trabaja en pareja—, y pendiente a la altura. Un compañero se puede quedar trabado y entonces los nervios fallan. Otras ocasiones tienes problemas bajando, porque a veces saliendo al vacío uno patina, resbala y esa impresión afecta. Llega el momento en que uno se acostumbra, pero no del todo porque no sabes lo que va a pasar. Seguro sí, confiado no.»

Un comentario en “Trabajo de vértigo”

  1. Alguien ya me había hablado de este grupo de pintores. Los espirituanos están muy contentos por la labor que hicieron en la Iglesia Mayor. Gracias por este reportaje, muy bien logrado. Me encanta que sean matanceros, vivo en Cienfuegos pero siento especial admiración por La Atenas y sus hijos (as). Tengo raíces en esa parte de la geografía cubana.

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